La arquitectura, desde sus inicios, ha buscado la armonía entre el ser humano y su entorno. A través de los siglos, diversas culturas han encontrado en la naturaleza las claves para crear espacios que no solo sean funcionales, sino también agradables y confortables. Este artículo explora cómo los principios matemáticos investigados, desarrollados y aplicados por estudiosos como Euclides, Pitágoras, Fibonacci, entre otros, han influido en la creación de estructuras que resuenan con la naturaleza y el universo.
La armonía se refiere a la combinación, disposición o acuerdo de elementos de manera que se cree un efecto agradable y equilibrado. Este concepto se logra mediante el uso de proporciones y geometrías que encontramos en la naturaleza. La naturaleza nos ofrece una guía perfecta para lograr este equilibrio, proporcionando patrones y formas que se repiten en todos los niveles de existencia, desde lo microscópico hasta lo cósmico.
Esto ha sido investigado y analizado por sabios y eruditos de todas las culturas y credos hace siglos, quienes estudiaron las formas y patrones que se encuentran en la naturaleza y que poseen una resonancia especial con el universo. Estos patrones son utilizados en el diseño arquitectónico para crear espacios que armonicen con las leyes del cosmos.
Uno de los ejemplos más destacados en la arquitectura es la construcción de las pirámides de Egipto. Las pirámides están diseñadas con una precisión matemática que refleja las proporciones del planeta Tierra. Sus dimensiones y orientación no solo responden a criterios estéticos, sino también a un profundo entendimiento de la geometría y su relación con el universo.
Una de estas investigaciones es la proporción áurea o divina proporción, una constante matemática (número Pi) que encontramos en numerosos fenómenos naturales y estructuras creadas por el hombre. Esta proporción es considerada ideal para lograr una estética equilibrada y armoniosa. Su descubrimiento y aplicación se han producido de manera gradual, a través de la observación y el estudio de la naturaleza, las matemáticas y el arte durante siglos.
La primera referencia conocida a esta proporción aparece en la obra del matemático griego Euclides, en su tratado “Elementos” escrito alrededor del año 300 a.C. Euclides describe lo que hoy conocemos como la división en media y extrema razón, que es esencialmente la base matemática de la proporción áurea. Algunos ejemplos de esta proporción la encontramos en las espirales de las conchas marinas, la disposición de las hojas en los tallos de las plantas, las semillas en las flores de girasol y las proporciones del cuerpo humano.
En la arquitectura, la proporción áurea se ha utilizado durante siglos para diseñar edificios y espacios que resulten agradables a la vista. Un ejemplo icónico es el Partenón de Atenas, donde las proporciones de los elementos estructurales siguen esta relación áurea, creando una sensación de perfecta armonía.
Otro estudio fue el realizado por el matemático italiano Fibonacci, nacido en Pisa alrededor de 1170, donde aprendió sobre sistemas de numeración y matemáticas árabes gracias a su familia de comerciantes. Autor de “Liber Abaci” (El Libro del Ábaco), donde presenta la secuencia de Fibonacci: una serie de números en la que cada número es la suma de los dos anteriores. Esta secuencia aparece en numerosos fenómenos naturales.
Los arquitectos y diseñadores han adoptado la serie de Fibonacci para crear formas y estructuras que resuenen con estos patrones naturales. Por ejemplo, la disposición de los pétalos en una flor o la estructura de una piña puede ser replicada en el diseño de jardines y espacios exteriores, creando un ambiente que se siente orgánico y armonioso.